Soy Paula, hace ya unos años que trabajo como florista, abrimos las puertas en enero de 2016 y las reflexiones que escribí durante el confinamiento os ayudarán a conocer el camino que me llevó hasta Flora&Co . Llegar hasta aquí supuso un gran cambio en mi vida, voluntario, meditado, pero con mil miedos y pasos adelante con la incertidumbre de caer al precipicio. Así que después de 16 años, dejé mi trabajo en una Entidad Financiera y di el salto sin red al mundo de las flores. Trabajo con el corazón, no sólo compráis flores, un montón de emociones es lo que os lleváis a vuestras casas. Espero que os guste mi historia…

Reflexiones en el confinamiento, cualquier día del mes de marzo de 2020:

Hoy ha salido el sol, recuperar fuerzas y energía para lo que nos queda es mi tarea de hoy, básicamente… Hace unos días me pidieron que contara cómo empezó mi amor por las flores, el nacimiento de Flora&Co y cómo se fue formando el puzzle mágico de me llevó a cambiar de vida de un extremo al otro.
Es posible que puedan ser varios capítulos. Con lo poco que me gusta hablar, esto puede convertirse en un serial, quedáis advertid@s…

Todo empezó mientras estudiaba mi carrera, en aquellos tiempos iba a la Escuela de Empresariales por las mañanas y por las tardes ayudaba a mis tíos en su floristería de la Calle Estrella.
Recuerdo momentos muy divertidos, como muchos viernes de bodas a toda pastilla para acabar los encargos. A última hora teníamos que parar con ataques de risas incontrolados, fruto del cansancio. Entonces frenábamos en seco, nos comprábamos unas hamburguesas en la Plaza de Santa Catalina ( las más ricas del mundo) y nos las comíamos mientras seguíamos riendo a carcajadas por el motivo más surrealista, para después continuar hasta terminar el trabajo, fuese la hora que fuese.
El resto de los días el trabajo era más tranquilo y me daba tiempo a empezar a hacer mis primeros arreglos y conocer los entresijos del mundo floral, que como en todos los trabajos, es un MUNDO entero. 

Así pasaron varios años, hasta que terminé mi carrera y dejé la floristería para empezar a dedicarme a lo que había estudiado, ya que eso era lo que se suponía que tenía que hacer. A los veintipico años no me planteaba nada más que encontrar un trabajo que me permitiese vivir bien y alcanzar esas metas materiales que nos venden como un sueño desde que nacemos. A través de la sociedad, la educación, la televisión, las revistas, miles de mensajes nos llegan de todas partes, todo el tiempo, nadie nos enseña a buscar dentro… y realmente crees que eso es lo perfecto y eres feliz mientras hipotecas tu propia vida en forma de cuento de hadas con casa, coche, príncipe y caballo blanco incluido.

Desde el momento en que entré en el banco, todo fue siguiendo su rumbo, trabajo en oficinas, 2 años en Málaga, vuelta a casa al departamento de Marketing y los últimos años como Analista de Riesgos. Un trabajo cómodo, reconocido y estable, con unos excelentes jefes y compañeros, que siguen siendo amigos e incluso clientes.
Mientras tanto, mi interior ya me pedía cambios, en casa, en los viajes, en mi propia vida, experiencias nuevas que antes no hubiese sido capaz de probar y decisiones personales difíciles que fueron imprescindibles para mi crecimiento. La vida ya me estaba enviando mensajes, pero todavía no era capaz de verlos con claridad.
Hasta 2013. A la vuelta de mi viaje a Perú (mi punto de inflexión definitivo), mi tío me dijo que ya le tocaba jubilarse y mi pensamiento fue: «ya ha pasado media vida»… Desde ese momento mi cabeza hizo «click» y ya nunca volvió atrás. Recordé mis momentos felices en la floristería y pensé en esa esquina debajo de la escalera, allí estaba él desde hacía muchos años y pronto iba a cerrarla. Asi que, tenia que descubrir si realmente era eso por lo que estaba dispuesta a cambiar mi vida. Primero actualizando mis conocimientos, me fui a Madrid en mis vacaciones, hice cursos, oficiales y particulares con floristas que han sido mis maestros, de wedding planner, necesitaba renovarme y tomar una decisión definitiva. Busqué ayuda en terapia, en mis amigos, mi familia, sobre todo busqué mil opciones para no tener que dejar el banco y poder mantenerlo todo y así sentirme más segura, tenia pánico a soltar… Pero no había opciones, para hacer lo que quería y cómo quería sólo había un camino, arriesgar, dejarlo todo y dar el salto al abismo de la incertidumbre que fue lo más difícil. Todo estaba en mi corazón, pero el miedo me paralizaba y mi mente tardó dos años en entenderlo. Durante todo ese tiempo busqué, pedí señales y las recibí, las piezas del puzzle se fueron encajando hasta que lo vi todo perfectamente claro y me liberé, dejé de controlar y confié en mi camino, el de las baldosas amarillas, el que me llevaba a casa. A mi propia naturaleza 

Flora llegó a casa en Navidad de 2012. Le puse este nombre para liberarla de su anterior vida. Criada por cazadores hasta que ya no les sirvió, la dejaron en la protectora @huellaspuertollano muerta de miedo, desorientada y con traumas que arrastró para siempre. Tenia pánico a los ruidos, a la calle, a los hombres (si llevaban paraguas sólo quería salir corriendo aterrorizada, la imagen de las escopetas de caza la persiguieron siempre). Y así, como un ovillo pasó las primeras horas y días, hasta que entendió que aquí nadie le iba a hacer daño nunca más. Después de un mes aprendiendo a curar sus penas y sus traumas, me atreví a soltarla por primera vez. Ese día creí que se iba y ya no volvería, me asusté al verla correr hacia el infinito, pero llegó en pocos segundos hasta el final de la playa y en el mismo tiempo volvió y frenó feliz a mis pies, saltando de alegría. Yo era su refugio y sin saberlo, ella era el mío. A partir de ahí, fue poco a poco, venciendo sus miedos, adaptándose a su nueva vida, feliz y sobre todo, tranquila. Por las tardes llegaba a la floristería, se sentaba en su sillón rosa y dejaba tímidamente que la gente se acercara a acariciarla, esa fue su mejor terapia.
Hace dos años que no está y aún me emociono, su enfermedad (similar al alzheimer) le hizo olvidarse de casi todo, pero lo mejor fue que también se olvidó de sus miedos, sólo quería cariño y con su mirada perdida pedía caricias a todo el que se le acercase.
Me dejó su recuerdo, su valentía, su dulzura, su alegría, su libertad, su cariño, su capacidad de adaptación, su fuerza vital, su amor, todo de lo que yo debía aprender y además, ¡qué suerte tuve!, me regaló su nombre. Nada ocurre por casualidad, Flora llegó, me acompañó en este proceso y después se fue, tranquila y en paz… pero se quedó para siempre en mi corazón, en mi trabajo, en cada flor que os lleváis a vuestra casa. 

Reflexiones caninas:
Ellas son ahora mis compañeras de vida y de confinamiento. Gina y Manchi, el ying y el yang. Gina es puro nervio, es cuidadora, cariñosa, rápida, lista y sabe perfectamente que algo raro está ocurriendo. Llegó hace 5 años de @protectoragatocans. Manchi es una abuelita adorable y súper tranquila que sólo se mueve si hace falta, siempre en modo ahorro energía, su ley es la del mínimo esfuerzo porque moverse pa ná, no es necesario… Llegó hace dos años de @apadan_protectora y es su complemento ideal. Se quieren y se cuidan y ya no saben estar la una sin la otra. Y a mi, me alegran la vida y ahora mismo, el encierro. 

Asi que nos vamos a retirar a nuestros aposentos durante unos días a reorganizar la vida, darle forma a nuevas ideas y hacer realidad sueños que llevaban aparcados por falta de tiempo. Será por tiempo ahora…

Nunca quiere salir en las fotos, pero hoy tenemos un posado pactado y otro robado. Yago es alegre, tranquilo, paciente y un todoterreno, sube, baja, es un manitas, siempre está dispuesto a echar una mano y hace cosas tan bonitas como esta. Forma parte de Flora&Co desde hace algo más de un año y nos ha tocado surfear juntos esta rara situación. Gracias Yago por acompañarme, conseguir mantener la calma en medio de esta tormenta es nuestro mayor triunfo y eso es lo que hacemos cada día… y lo que nos queda.